con orden desparejo
desfila la comparsa.
Un estandarte con flecos y colores
reúne la esperanza,
recuerda sinsabores.
Treinta pibes, ocho minas, tres maricas
y dieciocho grones
bajo un mar de banderines
engualichados se mueven.
Y despliegan como nunca
sus trompetas y tambores:
PUM, PUM, PUM,
Aturdiendo las orejas
de chicos, viejos y viejas
Mientras tanto en el andén, una pareja
se mataba a besos y caricias.
La multitud: excitada en las veredas.
Cuantas taitas¡¡¡¡ Cuantas grelas¡¡¡¡
Corridas, pomos y risas.
Acorralada por ser linda la gurisa
rogaba: “por favor, no me tires en la cara.”
Una nena saboreando un chupetín.
Un pibito masticando un choripán.
Un papá con un nene a cocochito.
Y otro pibe todo apretadito
gritaba: Mamá¡¡¡¡
entre la gente y la baranda.
Ahí nomás uno getoneó
“Lanzone Manda”¡¡¡¡
y comenzó el entrevero en el gentío.
La mayoría percibió que ya hacía frío
para andar estirando la jornada.
Las luces se desmayaron.
Los banderines cayeron.
Con los pies
en el cordón de la vereda,
la calle quedó dormida.
La luna se emborrachó
con dos vasos de cerveza
y tres de vino caliente.
Tambaleando fue a sentarse,
en lo mas alto del puente.
El talán de la campana
alertaba la próxima partida,
y el silbato del guarda,
su salida.
Mientras tanto en el anden una pareja
se rompía en una larga despedida.
El carnaval terminó.
Perdiendo todas las almas
el diablo se disfrazó
bien vestidito de chancho
y actuando como carancho
espantó las dos palomas.
El amanecer se acerca.
Adiós corso, PUM PUM PUM,
diablo, luna, pareja
y palabras al oído.
El tren de Suárez se ha ido.
Tan triste todo ha quedado.
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